domingo, 17 de febrero de 2013

Las bacantes



EL RITO DE LA TRAGEDIA

Las Bacantes, tragedia de Eurípides[1], presenta cómo Dióniso hijo de Zeus y Sémele llega a Tebas en compañía de algunas bacantes vestido de piel de cabrito. Su llegada pretende restaurar su nombre y el de su madre, de quien se comentaba presumió de estar con Zeus, por lo cual fue castigada. La venganza de Dióniso recae sobre las mujeres tebanas, quienes entran en un estado de demencia colectiva, excesos y ritos orgiásticos, propios de aquella divinidad y desconocidos por Penteo- gobernante de Tebas-. El desconcierto de la situación lleva a Penteo a liquidar a las bacantes, no sin antes espiar sus acciones. Dióniso aconseja al gobernante ocultarse tras el disfraz de fémina; las mujeres reconocen su falsa identidad y lo descuartizan, empezando por su madre quien toma su cabeza y la exhibe como trofeo.
La tragedia de Eurípides, como tantas otras obras trágicas, fue materia de estudio y crítica en la Republica de Platón. Su filosofía reconoce al poeta y su escritura como elemento negativo dentro de la configuración del Estado, por lo cual deben estar fuera de él. Las tragedias muestran al poeta oculto detrás de la imagen de un personaje, lo que se conoce como una forma de mímesis, engaño y corrupción. Desde esta perspectiva, la comedia y la tragedia impiden la armonía y la consolidación de una sociedad como un sistema integrado que corresponda a dones y estatus específicos; las obras violentan la verosimilitud y búsqueda del equilibrio social.
La mímesis, piedra en el zapato para Platón, es para Aristóteles, en su Poética, una forma de representar la vida misma, y el poeta, el individuo de quien deriva el placer y el terror de su realidad. Los caracteres, las acciones, la peripecia, la parte coral, entre otros; el argumento reafirma la idea de ver al hombre como objeto y no como sujeto, el ser que cree actuar en plena conciencia tiene trazado su destino en la voz de las divinidades. Sin embargo hay quienes piensan al hombre desde su origen y conexión con la tierra y la fertilidad.
La escuela historiográfica alemana entiende la tragedia como ritual y encuentro del hombre con su origen. Las celebraciones de la fertilidad contrastan con el fin de la existencia humana, la muerte; desenlace en el que los dioses definen el sino humano. La tierra fértil permite el encuentro entre dos tiempos, Illo tempore y el tiempo presente, y aquello que Nietzsche llamaría: lo apolíneo y lo dionisiaco, dos perspectivas de la existencia que se encuentran en oposición, traducidas a lo racional y lo espiritual. Este antagonismo muestra un punto de encuentro entre la mesura de un rey (Penteo) en términos del logos y la desmesura de un dios (Baco) en términos de la deidad; la razón humana cuestiona la irracionalidad divina.
El camino trazado por Baco disuelve la voluntad e individualidad por vías de la embriaguez y la carnalidad. La razón y la locura son los elementos en tensión a través de los que el rito se convierte en tragedia. En la obra, el desenlace reafirma la subalternidad del hombre frente a las acciones divinas; personajes como Penteo y Ágave terminan por ser castigados en un acto de inflexibilidad de parte del ente divino quien emplea el engaño para confundir sus mentes y cumplir su propósito.


[1] Datada en el año 409 a. C. y representada en 405 a. C., tras la muerte de su autor.