DE LA REPRESENTACIÓN A LA CREACIÓN LITERARIA
EN LA NARRATIVA DE ÓSCAR COLLAZOS Y MARIO MENDOZA
“… a no ser que uno esté enamorado o satisfecho, o se
deje llevar por la ambición,
o no tenga curiosidad, o esté reconciliado (que parece el
sinónimo moderno de la felicidad),
la ciudad es como una máquina monumental, ideada sin
descanso para gastar el tiempo,
para devorar ilusiones. Al cabo de algunos días, la
búsqueda, la exploración,
pueden volverse siniestras y precipitadas, sudorosamente
angustiosas,
una carrera de
obstáculos hechos de Benzedrina y Nembutal.
¿Dónde está lo que buscabas? y, a propósito, ¿qué es lo
que buscabas?
Truman Capote
A partir de la segunda mitad del siglo XX el
mundo comenzó a experimentar un cambio en su estructura espacial y social: la
urbanización desbocada. América Latina, en general, y Colombia, en particular,
no fueron ajenas a este nuevo proceso. En el país, las estructuras y
mentalidades agrarias se desplazaron y se transformaron, por fuerza de la
violencia política sectaria –entre otros factores-, hacia y en los centros
urbanos, expandiéndolos tanto en su extensión geográfica como en su contenido
cultural. El país rural que predominó desde la Independencia se trocó en un
país urbano y busco nuevas formas de representación.
Entre estos procesos de transformación
cultural derivados de la urbanización, se ubica la literatura. Las nuevas
ciudades trajeron consigo una nueva generación de escritores que sentarían sus
esfuerzos literarios en temas crónicos y críticos de la cruda realidad urbana. En
ésta, la literatura reflejó características propias de su tiempo en sus
temáticas y el pensamiento de sus autores frente a la ciudad real
La
inestabilidad, la truculencia, los cambios vertiginosos y la ruptura de los
límites. Sin rendir tributo a las tradiciones, ni mucho menos asumir una
actitud crítica ante la historia de su país o de su tiempo, expresan con
escepticismo su estar en el mundo y su participación en éste contando historias
cercanas a su presente, se reconocen ciudadanos contemporáneos y demuestran que
su país y sus ficciones forman parte del mundo globalizado y aunque desconfían
de las propuestas mesiánica, dan testimonio vivo de la realidad y de los hechos
que los agobian.[i]
De esta forma se
pretende realizar un análisis a partir de la obra Rencor de Oscar Collazos (Escritor Cartagenero y periodista de
opinión) y Apocalipsis de Mario
Mendoza (Escritor Bogotano y columnista de Bacánika). Dos generaciones de
escritores que enmarcan el nacimiento de un movimiento que contrapone la línea
narrativa que se desarrollaba en Gabriel García Márquez. Son ellos quienes
captan el escepticismo frente a las vivencias en la ciudad, el tiempo
vertiginoso e inestable, el testimonio degradante de la realidad, el erotismo,
las concupiscencias, la muerte, la agonía, la soledad y el horror son los temas
transversales de estas obras por donde navegan sus personajes – ó ciudadanos
reales- . En este sentido, es válido preguntar ¿Es el testimonio un recurso
literario o el eje que atraviesa las obras literarias? ¿en que medida se logra
una mediatización entre ciudad real y ciudad letrada dentro de su narrativa? ¿cómo
la obra literaria realiza una mimesis de su contexto próximo o un
entrecruzamiento entre ficción y realidad?
Proyectando esta tendencia literaria particular de los autores
mencionados dentro de un corpus que se hace difícil clasificar, el estudio
parte desde la visión de algunos teóricos que señalan el punto de partida para
escudriñar ciertos elementos de las obras literarias escogidas. Por lo tanto,
se puede afirmar que a través del ensayo
ciudad letrada de Ángel Rama, se pretende reconocer las relaciones de poder
que repercuten en la escritura, pero que han venido sufriendo cambios a lo
largo de la historia como producto de la transformación territorial y cultural;
identificar las diferencias entre la realidad y la ficción del testimonio con
algunas disposiciones del trabajo de investigación de la Universidad de los
Andes de Natalia Tobón y por último
reconocer las tensiones entre modernidad y posmodernidad dentro de la narrativa
de las obras y la cultura popular a la luz de Omar Rincón y Ana María Amar
Sánchez.
Letrados, ciudad y poder
A lo largo de la historia el
dominio de las élites ha dejado relegado a un grupo que es excluido porque se
reconoce dentro de la oralidad, pero es ajeno a la escritura. Motivo por el
cual la ciudad letrada de la que habla
Rama, muestra un distanciamiento que
surge frente a la forma y construcción de quienes no cumplen con el perfil y las estructuras de los intelectuales. No
obstante en el siglo XX, el cambio de las ciudades permite bajar los índices de
analfabetismo, acceder a medios informativos, a las academias y por ende al
poder; lo que implica un acercamiento a nuevos actores sociales dentro de la
clase media y baja.
Lo anterior, permitió que
periodistas, editores y diferentes profesionales que llevaron a la validación
del escritor moderno, reconocieran dos posibilidades de ascenso o emancipación,
una el hecho de ser político y otra el ser artista, contraposición que se tejía
en un proceso de pensamiento independiente y una aparente democratización. El
artista, por ejemplo, se cuestionaba por su identidad, el papel del autor y el
lector, las tendencias que hasta entonces marcaban un paradigma. Sin embardo la
línea entre ciudad real y ciudad letrada crecían para él en una dimensión
paralela.
Entender entonces el discurso del autor como práctica, exige reconocer
el papel del letrado y la ciudad América Latina y Colombia- específicamente-,
de manera que el centro sea reconocer en sus relaciones la construcción de un
discurso como proyecto nacional o de identidad dentro de la cuidad letrada. De
manera que la incursión de esos nuevos agentes, no espera la creación de obras
como parte de un proceso de escritura, sino la representación de los diferentes
factores sociales que parten desde las élites hasta lo popular –como una
necesidad de reconocimiento- que si bien se conoce desde el modernismo, en lo
contemporáneo se convierte no solo en un problema de emancipación ni de
reconocimiento desde la literatura, sino de los medios de comunicación y la
forma en que dentro de ese rango de letrados, se oficializan las voces de
quienes no hacen parte de ese círculo.
Reconocer dichas diferencias en lo contemporáneo se hace mucho más
difícil, como se mostrará más adelante, en dónde la figura del escritor bajo un
proceso de ficcionalización logra mostrar su realidad como producto de creación
en un marco histórico que aplica a este proceso. Lo que confirma que ya sea en
Cartagena o en a capital Colombiana, la ciudad fulmina con todo el espíritu
humano, comenzando por la corporeidad de Keyla hasta los entrañables
sufrimientos de Marcos. Es dentro de este espacio donde se desatan los males
sociales, las desigualdades y violencias de todo tipo y es este espacio el que
moldea, destruye y reconstruye las vidas de los personajes literarios y de los
ciudadanos de la realidad colombiana y mundial. Y es aquí donde pese a la
exageración se cree que en esta ciudad letrada se borran las líneas y el papel
de quién proyecta estas experiencia se vuelve más cuestionable, por qué ¿cómo
se puede encarnar una realidad desde un letrado? ¿Es un juego de seducción que
hace uso de las masas como respuesta a un mundo en que el consumo y el mercado
son el epicentro?¿es capaz el letrado de solidarizarse con su entorno y desde
la mediatización de la escritura recreando los testimonios desde la ficción?
El
artista en medio de un proceso de cambio – Testimonio y creación-
La literatura –desde el testimonio como recurso- se
convierte en un proceso de apropiación que reconoce una posición ideológica
frente a la cultura de masas. Es así como la mediación entre la ciudad letrada
y la ciudad real permite que la escritura se convierta en el pensamiento que da
cuenta de una visión de mundo y de las mentalidades de la época. Cuando la ciudad
real habla, emerge el caos, la imprecisión de la oralidad, lo que implica que
dentro de las tensiones entre testimonio y literatura su voz sea la voz de
quien la configura.
Lo que equivale a decir que la lengua es como
una naturaleza que se desliza enteramente a través de la palabra del escrito,
sin darle, sin embargo, forma alguna, incluso sin alimentarla: es como un
círculo abstracto de verdades, fuera del cual, solamente comienza a depositarse
la densidad de un verbo solitario[ii]
Y este circulo abstracto de verdades del que habla
Gustavo Remendi del ensayo de Rama, señala que dicha forma se da por los
intelectuales, quienes tras un ejercicio de poder conectan estas dos ciudades,
que si bien existen en el mismo espacio, una pretende dar razón de la otra bajo
un proceso de oficialización. Aunque esto corresponde a un proceso de escritura
que permite reconocer un panorama de los cambios dentro de sus relaciones con
la cultura. De esta forma es necesario establecer los límites entre las élites
y el artista, puntos en los que se hace evidente los intereses que se reconocen
en lo contemporáneo. Pero antes de esto se hace necesario identificar el
momento en el que se establece un proceso de transformación que permite una
incursión de las masas.
Es entonces cuando esta necesidad de participación se
vuelve una fisura histórica que cambia
el rumbo de la escritura, las masas cansadas de las monarquías buscan crear un
centro de resistencia, barrera que permita un mejoramiento de las “condiciones
de vida”. Cuando se habla de las revoluciones populares, de denuncia social en
América Latina, se habla del movimiento revolucionario en Cuba. Revolución que
provoca la caída de la dictadura de Fulgencio Batista y la toma del poder el
ejército de Fidel Castro. Suceso que si bien marcó la historia de América,
también se reconoce como uno de los referentes dentro de los cuales las masas
que habían permanecido en secreto, exigen una forma de representación en la
escritura oficial. No obstante, dentro de ese proceso de canalización el
testimonio era el grito colectivo.
El testimonio sí busca retar las
formas hegemónicas, pues se concentra en un nuevo sujeto antes olvidado, con
una forma libre y menos rígida de presentar la historia, que fusiona métodos
del periodismo, la literatura, la sociología y la historia, y, a su vez, le da
una especial importancia a la otredad, resalta la alteridad e intenta mostrar
la heterogeneidad latinoamericana. (…) “El testimonio contemporáneo parte de los
hechos y documentos censurados y termina siendo asimilado por sus lectores solidarios como una historia
verdadera (subrayado propio) que, eventualmente, habrá de adquirir un valor
mítico”. Es decir, el testimonio es anárquico a una historia oficial pero busca
oficializar su versión (…) esto es además problemático en la medida en
que se considera la marginalidad como único espacio para escribir la ‘nueva’
historia: “La conciencia marginal queda privilegiada como la más idónea para
reescribir la historia y revaluar el presente”[iii]
Lo que implica que la marginalidad se convierte en fuente
principal en la configuración de historia, se retoman algunos de los elementos
que golpean la sociedad para crear una articulación entre el testimonio y la
problemática nacional. Motivación que puede radicar en uno de los principales
recursos dentro de la crónica, la crítica etc. Eso explica el hecho de que
hacer un contraste entre los mundos paralelos que se tejen en una sociedad, se
focalizan en lo popular, ya que se muestra cierta denuncia de lo se vive, de
las condiciones de quienes sin tener la posibilidad de acceder a la escritura
oficial quieren ser escuchados y reconocidos pero no exige que la literatura
tenga un compromiso ni con la historia ni con las otras disciplinas, su
compromiso es con ella misma y con las mentes de quienes la leen.
Aristóteles nos decía que el arte) o donde
lo bello se hace, presenta la vida miméticamente, esto es, dentro del ámbito de
la plausibilidad y la posibilidad. No basta con imitar la realidad, hay que
buscar lo agradable y lo maravilloso. Lo bello se encuentra cuando se ahonda
dentro de nuevos universos de sentido y se producen nuevos mundos. «Se debe
preferir lo imposible verosímil a lo posible increíble>>[iv]
Lo interesante es ver como a través de Aristóteles el
arte dentro de un proceso de representación de la realidad implica una conexión
en lo contemporáneo con un proceso que sale de si mismo. Pese a su concepción
de mimesis, todos los recursos del medio, se apropian y responden a una
necesidad tanto de los lectores como de los escritores de hacer catarsis a
través de la escritura. Al igual, retomar
desde el realismo el papel del artista, es creer que el mismo debe emparentarse
con los arquetipos de su ciudad bajo una pensamiento racional, estructural, pero que en nada se conecta con
Collazos y Mendoza, quienes como producto de un movimiento que explota en el
modernismo hispanoamericano, el surrealismo europeo desemboca en lo
contemporáneo y ve a este artista como un misterio, una voz nocturna, que va
más allá de un ejercicio informativo.
Mostrar la visión desconocida desde la periferia, se convierte
en una de las formas de mediatización, ya que en la literatura, especialmente
la testimonial, se habla de patrones que corresponden con lo histórico, pero
que la narrativa de estudio se constituyen como una base que fundamenta parte
de su despliegue como escritor.
El testimonio fue una expresión
ideológica de la revolución ya que ésta buscó un género literario para declarar
los sufrimientos y atropellos cometidos en una nación o pueblo.(…) El
testimonio como consecuencia de una necesidad de expresión literaria durante
las luchas armadas se vierte a través de la literatura.(…) Aquí el autor
se refiere a que el testimonio es más eficaz por medio de la ficción ya que el
relato real debe ser verosímil, acercándose a la manera fidedigna de los
hechos ocurridos y la ficcionalidad, como un elemento constituyente del
relato, transforma la realidad en literatura, no disminuyendo su grado de
verosimilitud.[v]
La disonancia surge en la medida en que no se reconoce la
diferencia entre testimonio y ficción. Y es allí donde se busca mediatizar la
oralidad y el discurso no oficial en punto de creación, erupción, origen y
despertar. Es así como estas voces adquieren un valor mítico, ficcional,
muestran una de las forma de colocar tras nombres y personajes una realidad que
se desplaza, cambia y “en muchas ocasiones” pretende denunciar la sectorización
y la forma en la que se ha manejado el poder nacional. En ese proceso de
creación nace el artista, se borra la línea entre lo verosímil y la ficción. La
literatura hace uso de testimonios, cartas, documentos, fechas, sucesos
históricos, entre otros, como parte de su invención. Su relación con el
referente parece en ocasiones un juego, un artificio que se construye desde el
pensamiento hasta la gestación de una realidad ficcional.
Dentro de esta línea
literaria y cultural, obras como Rencor
y Apocalipsis, representan dos generaciones que tras la
fuerza de la escritura, han creado una realidad paralela y como en el Quijote
de Pierre Menard (Compilación del libro ficciones de Borges) su fin no es la
representación, es la forma de un estilo propio. Es una nueva mirada que se
desconecta de su ciudad y crea una escultura nueva como parte de la solidaridad
con su entorno.
“La ciudad
es abordada en su imprenta de ciudadano en el mundo… Desde sus comienzos la
prosa de Óscar Collazos es
deliberadamente urbana y ha mostrado el proceso de formación y asimilación de
la ciudad a través de individuos corrientes, al aportar la imagen de la lengua
hablada con la escrita que muestra una espacialidad sugestivamente íntima, se
revela entre el monólogo y el diálogo indirecto e interior de personajes
periféricos cuya, palabra fluye de
manera vital y corriente”.[vi]
En una entrevista que
le hizo Álvaro Antonio Bernal en el blog, La
hojarasca a Mario Mendoza,
AB. ¿Cómo un escritor que pertenece a la clase alta se relaciona con un
submundo tan bajo, tan clandestino como el que describe usted en algunas
novelas escenificadas en el centro o el sur de Bogotá?
MM. Por lo que le acabo de decir
Álvaro, porque salgo de mi casa a los diecisiete, dieciocho años... estudiaba
medicina en la Universidad Nacional y después ya cuando me paso a estudiar
Filosofía y Letras tengo que salir de la casa. Soy prácticamente expulsado de
la familia y me toca comenzar a rebuscarme la vida y comenzar un poco como a
estar en la guerra diaria y cotidiana. Soy un estudiante que por un lado logra
entrar a una universidad privada, pero que por el otro no tenía para comprar
zapatos, y no tenía ni con qué trasportarme hasta la universidad y muchas veces
tenía que irme a pie. Esos fueron cinco años donde mis compañeros diarios de
pensión y de inquilinato no fueron los burgueses ni fue la gente más adinerada,
todo lo contrario era la gente más dolida que estaba con el peso encima y con
las botas de la clase rica sobre el cuello. Eso me dio una sensibilidad, me
implicó por supuesto unos niveles de solidaridad y unos niveles también de
hermandad que no olvidé a lo largo de toda mi vida y a los que sigo
perteneciendo. Sigo creyendo que soy parte de esta gente, ellos son los
protagonistas de mis libros.[vii]
Es así como se
explica la fijación del autor en estos sectores, que si bien desde lo empírico
recogen elementos fundamentales de su realidad, no indican que exista una
relación directa con sus personajes. Además el propósito como el mismo lo hace
en su narrativa es configurar no un ser sino una colectividad que tras un
ejercicio de cooperación plasma su experiencias. De hecho pareciera que uno de
sus personajes, Marcelo, señalara parte de lo que significa el oficio del
escritor en su relación con las culturas de masas.
[Marcelo habla con Tafur] El escritor
es perseguido por las voces temblorosas que emiten las zonas oscuras de la
ciudad moderna, no se conoce la paz ni el silencio, y tarde o temprano sucumbe
ante esa algarabía ensordecedora. Nos preguntábamos con Marcelo cuándo
aparecería un escritor capaz de oír los aullidos bogotanos, alguien que no
temiera en convertirse en médium y plasmara esas palabras angustiantes que
provenían de gargantas atravesadas por la desilusión, la soledad y la muerte.[viii]
Por su parte
Collazos se convierte en una figura que también permite recuperar la mirada
oculta sobre
uno de los lugares turísticos más importantes de Colombia. La Cartagena histórica, el patrimonio cultural
de la humanidad, esconde en sus casas un horror, un maltrato, una tortura. La
protagonista encuentra en esa ciudad unos socavones inmundos donde su vida se
hará pedazos. La ciudad oficial, la de los planes culturales, no le interesa al
autor. Lo que hay en su libro es un viaje a la profundidad vergonzante de un
inframundo venenoso y letal que a diferencia de los medios masivos muestra la
otra cara de Bolívar. Y pese a los referentes que existen de la existencia de
esta adolescente, es el referente el que se recrea en medio de la historia.
Ese movimiento de apropiación produce
una movilidad de las fronteras aunque no las borra; se trata en todos los casos
de una narrativa perteneciente al sistema literario, escrita -y leída-desde él
y que como tal, está en permanente relación con el canon en la búsqueda por
remplazarlo y ocupar su lugar. Las formas "bajas" o
"menores" son aquellas prácticas que no han sido incorporadas todavía
a la literatura o que se sitúan en el límite de ella. Implican una relación
móvil, de tensión, en la que puede haber diferentes modos de confrontación o
fusión. El vínculo entre las dos culturas ha sido entonces un proceso de
continua lucha y conflicto en que ambas se han apropiado de parte de la otra.
Si bien ha predominado un proceso de descalificación y exclusión que rechaza y
deja fuera de la cultura canonizada, sacralizada, las formas populares y
masivas, la literatura que me ocupa ha abierto un espacio mucho más lábil: su
uso implica siempre, a pesar de las distancias que se restituyen, un
reconocimiento y un ingreso al sistema.[ix]
Empero, los
académicos suelen caer en la trampa de creer que en literatura sólo existe la
conexión con la tradición, nada más. Se cree que el escritor se conecta con los
anteriores y a ellos les debe su mundo, su construcción, su obra. Afirmación
que si bien no es cierta, se entiende en la medida en que la tradición da
ciertas claves, usos, modos mediante los cuales se aprende a extender el
lenguaje, a duplicarlo, a jugar con sus potencias y sus fuerzas. Pero la clave
está en un misterio que hasta ahora no tiene solución, no se sabe cómo opera
porque pertenece a los meandros del inconsciente: la suplantación del mundo de
afuera por el mundo literario. Lo que Vargas Llosa llama “el deicidio”, es eso,
la muerte del Creador y el surgimiento de una deidad pequeña que se erige como
una posibilidad real: el artista. ¿Por
qué alguien decide que la realidad externa no es suficiente y crea otra
paralela? Difícil definir cómo ni por qué. Parte del encanto es justamente
el misterio. Lo cierto es que muchos escritores fracasan en su carrera porque
no tienen un mundo propio, una mirada propia, un universo independiente.
Si la
ciudad, (…) habla a sus habitantes y nosotros le hablamos a nuestra ciudad, ese
diálogo resulta interrumpido en estos relatos del fin de siglo. Los personajes
se repliegan y ya no acuden a la cultura de masas como un sistema que permite
decodificar los signos de la ciudad, antes bien sustituyen con ella el
contacto con el mundo exterior. El espacio urbano, en particular desde el siglo
XIX, se ha vuelto protagonista de gran cantidad de relatos y su representación literaria ha
sido siempre particularmente significante, (…) han vuelto familiar lo virtual y
ajeno el mundo cotidiano, también han proporcionado el único refugio seguro
frente a una ciudad que se siente vacía y peligrosa[x]
Seducción y medios
masivos de comunicación
En las ciudades que aquí se delimitan, se muestra La
estructura del Estado, sus aparatos represivos y legales, mantienen el estatus
quo social. Las leyes, por ejemplo, favorecen al gran capital manteniendo a la
fuerza laboral en condiciones desesperantes que van desde el empleo precario
–bajos salarios, jornadas extensas, desprovistos de seguridad social, etc.-
hasta la segregación total –la clase no consumidora ni productora, los mal
llamados “desechables”. También este sistema desigual presenta en Colombia la
guerra por la tierra y su consecuencia inmediata: el desplazamiento, el grifo
social que llena las ciudades de desterrados cuyo único camino es la
prostitución, la delincuencia o la indigencia. En una visión general, este tipo
de violencia –que se puede enmarcar como política y económica- se puede
catalogar como una macro-violencia derivada de las acciones del Estado. En
forma macro todo ciudadano la padece, directa e indirectamente, pero cada uno
la vive desde su experiencia particular.
Esa gran violencia se encarna en los seres urbanos, en sus
vidas cotidianas, dentro de sus hogares, en su intimidad. Las vivencias de cada
ciudadano moldean la violencia política y económica, reproduciendo en los
hogares los que sucede en el exterior del país. El machismo, propio de la
sociedad patriarcal capitalista, la prostitución, en especial de niñas y
adolescentes, la explotación laboral y el empleo basura, el racismo, la
xenofobia, las psicopatías, y la criminalidad común son síntomas de esa macro-violencia,
las micro-violencias a las que hacen frente los ciudadanos, lo que implica que
estas manifestaciones, se conviertan en fuerzas que si bien enajenan la
cultura, los medios masivos de comunicación, muestran un trasfondo que pese a
si es el eje o no de la obra, se convierte en un panorama que expone las
problemáticas colectivas de una forma particular.
De esta forma, hablar de un fenómeno, o de una construcción
paródica o pastiche como muestra de un cúmulo de sucesos, no es lo que aquí se
presenta. Por el contrario dentro de las obras se permite que como lo decía
Hemingway, reconocer la punta de iceberg, la octava parte de un tempano que se
esconde bajo las profundidades del agua.
[Baudrillard], La seducción es
"la forma informal de lo político". Sus estrategias necesitan de la
postergación y la decepción para triunfar. Ese juego crea una zona en la que esta literatura constituye su
propia forma de politización. Podría pensarse que estas obras elaboran una
respuesta a la posición adorniana; en cierto modo cierran la discusión y las
dicotomías impuestas. Ya no se trata de que el contacto con la cultura de masas
produzca fatalmente alienación o consolación despolitizada como único
resultado. Seducir para decepcionar y abandonar, el placer de establecer otras
reglas de juego, un nuevo ritual, puede ser un juego político serio.
Ahora, si bien es
cierto, existen un sinnúmero de problemáticas que atraviesan la realidad, en
esta narrativa, interesa la creación de los personajes que señalan parte de lo
que puede significar una similitud con el contexto; pero, no existe un
compromiso con ninguna ideología (porque se vuelve al inicio del ensayo, en el
que se muestra el nuevo paradigma del escritor). Asimismo, este proceso de
seducción se subvierte, en la medida en que existe una articulación directa
entre distintos elementos, por ejemplo, desde el mismo título, hasta la forma
en la que se desarrolla un argumento, que aunque presenta una conexión con los
medios masivos de comunicación- especialmente rencor- , el punto central es que
al igual que existe un cambio en las ciudades, también lo ha manifestado la
literatura.
Es así como en las obras no muestran un
discurso intelectual o una posición ideológica. Es un proceso en el que el
escritor no elige, no decide, no piensa. Ese mundo de outsiders se impone, los visita, los usa para llegar a la página y
existir. En algunas de sus entrevistas[xi], el autor de apocalipsis
señala que desde muy joven sintió el llamado del margen, de lo que está afuera,
en extramuros, de lo que sucedía más allá de las paredes del feudo. Lo
prohibido. El desierto. Bajo los cuales señala que lo complejo de estos
procesos es que son justamente irracionales, misteriosos, únicos, indescifrables.
Esos seres están vivos de verdad en otra dimensión, existen, viven, sufren,
lloran, se enamoran, mueren. En las otras disciplinas no. En la antropología o
en la filosofía se trata de ideas, de posiciones ideológicas, de razones. En
literatura se trata de personas, de individuos vivos, que existen en universos
paralelos. Si esto es así, significa entonces que el escritor es como un médium
a través del cual surgen otros. El cuerpo y la psique del escritor son
invadidos, poseídos, tomados por otros seres. El narrador deviene otros,
prolifera, se subdivide, crece y se transforma.
En mi voz, está el clamor de un
continente que aguanta sin quejarse. Yo no soy yo, soy una multitud delirante,
una horda de renegados y olvidados, un aullido de angustia y de impotencia al
mismo tiempo, Y quiero que quede claro que este grito es desgarrado, es decir,
que lo que menos me interesa es que sea bello, a menos que la desesperación sea
hermosa[xii].
En rencor, Keyla, la protagonista, es una chica de 16 años que
narra frente a un camarógrafo, (que traspone la figura del autor, usa este
recurso no con el ánimo de dejar de ser novela), los sufrimientos de una menor
violada por su padre, enamorada de un
pandillero y con una madre que trabaja para una familia acomodada. Su historia,
reproduce toda la tragedia que vive al interior de su familia y en el contexto
social en el que vive. “Toda mi vida desde que llegué a este barrio, estuve
rodeada de malandros, de muchachos malos. Aquí hay más muchachos malos que
buenos (…) Si no son malos se hacen los malos para que los respeten, si son
buenos todos los joden, así que lo que quiere un muchacho es volverse malo.”[xiii]
Este personaje particular, narra frente al camarógrafo el drama que vivió en
todas sus dimensiones no con el propósito de obtener fama, ni pertenecer a una
colectividad. Su narración, se convierte en la voz que entrecruza la ficción con la realidad. Su
motivación a diferencia de los medios masivos de comunicación, es recapitular
su vida y entregarla de forma genuina. Asimismo quiere recoger las vivencias de
quienes como ella sufrieron las consecuencias de una disfunción familiar y el
desplazamiento. Lo que explica que su marginalidad, se convierte en una fuente
de representación y no de trasfiguración en la que la ceremonia, la celebración
ni el juego -prácticas de seducción- son
la razón política que encierra la obra.
De la misma forma, existe una relación directa entre el título y
el caso específico de Keyla “El rencor es una rabia que va creciendo y nunca se va,
parece que se fuera a veces y, cuando uno menos lo piensa, vuelve a meterse en
el cuerpo y en los pensamientos”[xiv]. Un rencor que nace frente
a la discriminación social y sicológica
a la que se enfrenta como producto del capitalismo: “conocí una casa de ricos y desde
ese día sentí que éramos más pobres de lo que éramos (…) De pronto era cierto
lo que pensaba, había vivido en un rancho asqueroso durmiendo sobre un colchón
destripado, saliendo a un patio lleno de barro a unas calles inundadas de agua
sucia de donde salían las ratas.”[xv] En este abismo social, el
único camino que le queda a Keyla es la prostitución. La protagonista es aplastada y no existe la posibilidad de una
redención. El descenso a los infiernos es implacable, demoledor, sin retorno. Se puede hablar de un
ciudadano con principios en un mundo
dónde lo importante no es ser sino tener. Este argumento que si bien muestra
una clara realidad en el marco de la ficción, surge en una necesidad de
identificación, más no, en una ironía que se esconde dentro de la denuncia
social.
Del mismo modo en la obra de Mendoza, el
autor expone desde el título, una relación entre los personajes y el tiempo que
se describe. Es una saga que nace en La ciudad de los Umbrales, y culmina en Apocalipsis. Su línea narrativa toma como centro: la soledad, la
desesperación y la muerte en la urbe. Sin embargo los temas se trasponen como
salida a un mundo que al igual que un proyecto moderno, trajo consigo guerras,
destrucción y caos. Es así como desde el epicentro, se llega a un
desplazamiento que toma la vida de quienes en su infancia tejen una amistad en
el barrio Quiroga, y después, toman vías diferentes, uno de ellos la medicina,
la escritura, el dibujo y la fotografía.
Marcos el protagonista principal, queda
huérfano, su padre decide suicidarse dadas las condiciones de vida (cáncer),
deja consigo una carta, en la que advierte la existencia de un hermano menor
que tiene problemas mentales, la forma en que murió su madre y la manera en la
que considera debe subsistir su hijo. Es así como se da inició a una historia,
que conectada por el protagonista, se convierte en el desenlace de otras obras
que anteceden la misma. Cabe aclarar que en ninguna de ellas, existe un final
feliz, lo que se rescatan, son momentos, episodios que al igual que una cámara
fotográfica detiene el tiempo y lo muestra de forma general. Con muerte inicia
la obra y con muerte termina, el
protagonista sufre una enfermedad y escoge suicidarse.
Es por eso que
tras esa canalización, Marcos, como artista, no como ente paródico, siente ese misterio. Toma fotografías de
fuerzas a las que él llama “puertas”, es decir, conexiones, umbrales que nos
conducen a otros mundos. La Bogotá letrada se transforma en una Bogotá
capturada en instantáneas que revelan agujeros, intersticios, pequeñas rendijas
a través de las cuales la ciudad se ensancha a otras dimensiones posibles, a
otras voces, a otras miradas. Es así como la realidad se vuelve en el arte
caleidoscópica, múltiple, multiforme. No hay una realidad, una verdad, una
razón de ser. Lo que hay es una suma de fuerzas que se despliega como un
abanico, un juego de modelos, una serie de vectores que se entrecruzan
conformando figuras fantasmagóricas. Por eso el artista es como un chamán, como
un brujo que convoca en su interior espíritus que poco a poco van tomando
rostro y forma gracias a su capacidad para engendrar. No basta con testimoniar,
con asumir posiciones, con defender ideas con argumentos sólidos. Se trata de
tener útero y matriz, de dar a luz, de dejar que los espíritus proliferen,
encarnen y lleguen al mundo para agigantarlo con su desdicha, su soberbia o su
plenitud liberadora.
Empero, los medios
de comunicación no están en correlación con lo se muestra en estás obras, ya
que en ninguna de ellas se pretende hacer de la narrativa un espectáculo, una
forma de ironizar la realidad política, un recurso que pese a su corte
narrativo se subvierta a la línea que se llevaba. Lo que si hace, es configurar
historias que cambian el paradigma dentro del canon literario que se había
tejido desde Gabriel García Márquez, aunque, esto señale un proceso de creación
que surge de un cambio en la ciudades.
Los medios de comunicación nos venden
la idea de que «somos dioses»: ya que nos fundamos en nosotros mismos, no
necesitamos de ilustradores, ni de razones para ser exitosos; sólo debemos ser
expertos en la narrativa, el espectáculo y el
entretenimiento. La narración-entretenimiento-espectáculo es nuestra tradición y nuestra actualidad. Hemos devenido en hamo
zappings, habitantes unas estéticas mediáticas que nos dicen que nuestra vida es una
película que debe ser vivida de manera espectacular y cuyo sentido es el entretenimiento. El
resultado: una época en la cual el gusto predominante tiene marcas de exceso,
pensamiento leve, celebridades mediáticas y actitudes facilistas de felicidad.[xvi]
En la obra Rencor
de Óscar Collazos, la violencia no es el estereotipo de violencia política en
Colombia (guerrilla, narcotráfico, paramilitarismo), sino una violencia íntima,
secreta, a puerta cerrada, y no por eso menos cruel; en ella viaja el autor y
pone a disposición una serie de acontecimientos que identifican en cierta forma
adolescentes que son producto del desplazamiento y gestan su vida en medio de
condiciones que depende de la voluntad de quienes conociendo su situación busca
obtener una prestación.
Finalmente tras el estudio de algunos teóricos y de una lectura propia,
se hizo exégesis de algunos elementos en la obra Apocalipsis de Mendoza y rencor de Oscar Collazos. Por lo tanto, se
puede afirmar que a través del ensayo
ciudad letrada de Ángel Rama, se reconocieron los nuevos actores sociales
como producto de un proceso de cambio social y territorial, que marcó de manera
directa la relación entre ciudad y literatura. De esta forma se llegaron a
algunas conclusiones: Primero, el letrado tras un figura de poder, se convierte
en un ente que tras un proceso de creación, subvierte el papel del escritor
dentro de un proceso de simple representación; segundo, se convierte en la figura que bajo una
dimensión paralela, construye voces reales que identifican al lector y le
permiten tener un proceso de apropiación que no se enmarca dentro de la
mediación medios y cultura, sino escritor y obra. De esta forma, tras la figura
de un autor que escucha detrás de una cámara, se reconoce la figura de un ente que simula una
realidad pero no se sale de lo que encierra la novela, por el contrario, usa
los recursos y no los traiciona. Asimismo en la obra de Mendoza, se esconde
tras la voz de un escritor, un médico y un fotógrafo la fuerza de un colectivo
que le da vida a sus personajes, pero que adquiere vida no solo en los
actantes, sino en el tiempo que se describe. Y por último se diferencia que el
pensamiento del artista, no se compromete con una ideología, como la filosofía,
la antropología, la socio- crítica, entre otras, sino que por el contrario se
conecta con el inconsciente y se convierte en el médium que tras su narración
borra las líneas entre realidad y ficción.
[i] GIRALDO, Luz Mary, “Después de las grandes rabias y los
hermosos errores” en: Cuentos Caníbales.
Antología de nuevos narradores colombianos, Alfaguara, Bogotá. 2002.
Prólogo, Pág. 7.
[ii] REMEDI, G. (Pittsburgh:
Univ. of Pittsburgh-Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana
(IILI), Serie «Biblioteca de América»). Ciudad letrada: Angel Rama y la
espacialización del análisis cultural. Angel Rama. Estudios críticos,
97-122.
[iii] TOBÓN, N. (2008). Una
reflexión sobre la narrativa testimonial: Alfredo Molano y el narcotráfico.La
realidad y la ficción del testimonio. . Bogotá: Universidad de los Andes.
Monografía.
[iv] RINCÓN, O. ( (2006)). Narrativas Mediáticas: O cómo
se cuenta la sociedad del entretenimiento. Barcelona: Gedisa Editorial.Pág.
13
[vi]
GIRALDO, Luz Mary, Cuentos y relatos de
la literatura Colombiana, Fondo de Cultura Económica, Tomo II, México D. F.
2005. Pág. 7.
[ix] AMAR SÁNCHEZ, A.
María. Juegos de seducción y traición. Buenos Aires: Beatriz Viterbo Editora, 2000.
[xvi] RINCÓN, O. ( (2006)). Narrativas
Mediáticas: O cómo se cuenta la sociedad del entretenimiento. Barcelona:
Gedisa Editorial.